Raúl Zibechi
La alianza entre indios  zapatistas, trabajadoras sexuales y travestis enseña la potencia del  cambio social en clave cultural, anclado en la vida cotidiana. En  México, uno de los eslabones fuertes del patriarcado y del machismo más  prepotente, el Subcomandante Marcos abrió las puertas al debate sobre la  discriminación en un tema urticante.
¿Qué sentido tiene en la lógica revolucionaria clásica, recorrer miles  de kilómetros para reunirse en un remoto poblado con un puñado de putas y  travestis? ¿Qué pueden aportar tales alianzas para potenciar la  «acumulación de fuerzas», tarea central de los políticos profesionales?  Parece evidente que desde una mirada anclada en la relación  costos-beneficios, semejante esfuerzo debe ser condenado por inútil. Sin  embargo, el Subcomandante Marcos se empeñó desde enero del año pasado  en realizar ese tipo de encuentros en el marco de La Otra Campaña, en el  entendido de que se trata de buscar nuevas formas de hacer política. Y  que ello pasa por espacios alejados del mundanal ruido y con actores  que, como los indios, entienden el cambio social como afirmación de la  diferencia.
Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer es el colectivo mexicano que ha  sido capaz, en los últimos quince años, de tejer una amplia red de  trabajo social con prostitutas y travestis, denominada Red Mexicana de  Trabajo Sexual. Eso implicó superar el papel de víctimas y convertirse  en sujetos que buscan ser reconocidos como trabajadores por sus pares y  no como seres que han «caído» en el oficio más viejo del mundo por  ignorancia, pobreza o sumisión. Un breve recorrido por sus  emprendimientos revela la profundidad de un trabajo emancipatorio.
Educación, clínicas y condones
Una característica diferenciadora de la Red es que no quieren depender  del Estado, aunque le formulan constantes reclamos. Brigada comenzó su  trabajo hace 15 años en base a un grupo de sociólogos egresados de la  Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El pequeño núcleo  inicial—Elvira Madrid, Jaime Montejo y Rosa Icela—comenzó a tejer una  red que hoy alcanza 28 estados de la federación. Con el tiempo eligieron  trabajar de modo horizontal, pero no por motivos ideológicos. «El  gobierno cooptó a muchas coordinadoras estatales, una práctica habitual  en la cultura política de este país, y entonces vimos que lo mejor es el  trabajo horizontal, de carácter asambleario y tratando de no tener  representantes», apunta Elvira.
La Red alentó a las mujeres a formar cooperativas para eludir la  dependencia y hacerse dueñas de sus fuentes de trabajo. Alquilaron  hoteles y repartieron las ganancias entre las socias. Los primeros  fueron los travestis quienes formaron la cooperativa Angeles en Busca de  Libertad. «Los hoteles cooperativos funcionan en varios estados pero  algunos fracasaron porque las socias terminaban reproduciendo los mismos  patrones de conducta contra los que se estaban organizando», comenta  Rosa.
Pero el proyecto estrella, el más apreciado por las trabajadoras, son  las clínicas. Ya funcionan dos en el Distrito Federal, son  autogestionadas y gratuitas. Nacieron por la discriminación y la  corrupción de los organismos estatales que sólo les extendían el carné  correspondiente a cambio de una coima. Además, señala Elvira, «tenían  temor de los análisis porque podía significar la pérdida de sus  ingresos, ya que cuando una chica tiene SIDA hay gobiernos estatales que  ponen su foto en los hoteles para que no les alquilen cuarto». Por el  contrario, en las clínicas de la Red los análisis son voluntarios y  confidenciales, pero hacen siempre hincapié en la educación. «La mayor  parte de las trabajadoras sexuales son analfabetas y muchas son  indígenas. Por eso dedicamos la mayor parte de nuestros esfuerzos a la  formación, a tal punto que la mayoría de las que participan en la Red  son promotoras de salud para que hagan formación entre sus pares, que es  mucho más efectiva».
Las clínicas, una de ellas situada en pleno centro de la ciudad, en la  misma «zona rosa», hacen análisis de papanicolau y colposcopías y  también electrocirugías porque, como dice Rosa, «en México el virus de  papiloma humano provoca más muertes que el VIH». Mientras los  ineficientes hospitales públicos demoran hasta dos meses en atenderlas y  hasta un año en hacer la cirugía, en las clínicas de la Red tienen los  resultados en apenas una semana.
Las prostitutas y los travestis parecen entusiasmados con «su» clínica, a  la cual a menudo llevan a sus parejas y algunas arrastran a sus  clientes. «La parte principal de nuestro trabajo es el respeto, no  cuestionamos porqué se infectaron sino que nos concentramos en educar  para que no les vuelva a pasar, para que no sean pacientes, para que  lleguen a ser activas en el cuidado de su salud», dice ahora Elvira. La  asistencia se completa con un programa de alimentación para las de  menores recursos o que por alguna razón no puedan trabajar, un programa  de apoyo escolar a sus hijos y otro para que las madres terminen la  escuela.
Los proyectos de la Red se financian con el «mercadeo social de  condones». Los preservativos se venden a precios diferenciales según la  capacidad o el compromiso de los consumidores, y representa el 85% de  los ingresos de la Red. No tienen asalariados y los únicos que cobran  por su trabajo son los médicos. «No estamos de acuerdo con el trabajo  sexual, pero existe y va a seguir existiendo. Y mientras tanto tenemos  que hacer algo. Fuimos un grupo abolicionista pero luego vimos que no se  trataba de salvar a nadie sino de trabajar juntos», interviene Jaime.  Para las que buscan otras alternativas, han creado un área de proyectos  productivos entre los que destacan artesanías, producción y venta de  ropa, y condonerías. Aunque algunos proyectos se han mostrado inviables,  en la medida que las familias colaboran consiguieron que dos tercios de  los emprendimientos sigan en pie.
Un manual en la selva
En 2004, los miembros de Brigada Callejera entraron en contacto con el  Colectivo de Salud para Todos y Todas, estudiantes universitarios que  coordinan proyectos de salud en los municipios autónomos zapatistas en  Chiapas. Durante dos años trabajaron con un grupo de promotores de salud  de las comunidades, indígenas designados por sus vecinos para  especializarse en la asistencia sanitaria. «Uno de los primeros retos  fue romper el miedo a las supuestas resistencias culturales sobre el  tema de la anticoncepción, los derechos sexuales y las infecciones de  transmisión sexual», relatan.
Durante esas consultas y talleres decidieron los temas que abordaron  luego en la elaboración de un manual de largo y denso nombre: La Otra  Campaña de Salud Sexual y Reproductiva para la Resistencia Indígena y  Campesina en México. A lo largo de 270 páginas, este texto repleto de  ilustraciones destinado al trabajo con mujeres indígenas, recorre temas  habituales como anatomía y fisiología de los órganos de reproducción,  uso de anticonceptivos, embarazo, infecciones de transmisión sexual y  otras enfermedades. Y también hablan de aborto, aunque los catequistas  lo condenan. «Samuel Ruiz, un hombre muy cercano a los indígenas, cuando  los zapatistas despenalizaron el aborto recorrió las comunidades  diciendo que es crimen», recuerda Jaime.
Pero hay módulos embebidos de diversas corrientes de salud alternativa.  Uno de ellos está dedicado a la «autonomía corporal de las mujeres», que  pasa por la educación para prevenir enfermedades, elegir cuántos hijos  quieren tener y al disfrute de la sexualidad (un tema casi tabú entre  los indígenas). La autonomía del cuerpo supone, según este manual, la  exploración de los sentidos, la conexión con el lenguaje corporal y las  diferentes reacciones del cuerpo en situaciones extremas. Exploraciones  que pasan por masajes colectivos y automasajes estrechamente vinculados a  una concepción holística de la salud y la curación.
Día Nacional del Trabajo Sexual: Contra la violencia sexista
Los crímenes y agresiones contra trabajadores sexuales son cosa de todos  los días. El 11 de julio de 2006 un grupo de militares violó a 14  bailarinas en Castaños, Coahuila, sin que hasta ahora se haya castigado a  los responsables. En el barrio La Merced, en la Ciudad de México, en  sólo 15 días de julio del año pasado fueron asesinadas cuatro  trabajadoras sexuales.
Al conmemorarse el primer aniversario de la violación masiva de  Castaños, la Red Mexicana de Trabajo Sexual comenzó a celebrar el Día  Nacional del Trabajo Sexual como forma de llamar la atención sobre la  violencia y discriminación que sufren las prostitutas y los travestis.  Un informe de la Red manifiesta su rechazo a las «zonas de tolerancia»  implantadas en varias ciudades, ya que «son un sistema de control que  legitima la explotación sexual, económica y sicológica de menores y  adultas vinculadas al sexo comercial». Sin embargo, la Red asegura que  luego de siete años de monitoreo encontró que entre las principales  violaciones a las trabajadores sexuales se encuentran las desapariciones  forzadas y los secuestros de sus hijos que son explotados sexualmente.
La elaboración de este manual supuso vencer no pocas resistencias. En  cuanto a la planificación familiar, aparecieron tres, bien diversas,  vinculadas a experiencias concretas de las comunidades: los esquemas  gubernamentales de planificación familiar de carácter represivo y  autoritario; la prohibición religiosa de la anticoncepción; y «la  postura guerrillerista de poblar la tierra con cada hijo guerrillero».  Desde tres ángulos diferentes, las tres pasaron por alto la voluntad de  las mujeres. El manual se está utilizando por los cientos de promotores  que trabajan en decenas de clínicas construidas por los zapatistas, en  más de una década, en las mil comunidades que los apoyan.
En contra de lo que pensaban al comienzo de su trabajo, cuentan Elvira y  Rosa, las mujeres de las comunidades de la selva Lacandona estaban  ávidas de anticonceptivos. Y poco a poco se van abriendo a otros temas.  «Nosotras trabajamos la promoción de salud sexual y reproductiva como  una práctica de libertad y no como imposición o prohibición. Por eso  también trabajamos el respeto a las personas homosexuales, lesbianas,  bisexuales y transgénero. No es fácil, pero se empiezan a ver parejas de  chicos caminando de la mano en su comunidad. O mujeres que toman la  decisión del divorcio cuando antes del zapatismo eran los padres los que  les elegían marido. Esto es cambio social, y vaya qué cambio».
¿Pueden los travestis cambiar el mundo?
¿Y los indios? Hace medio siglo uno de los fundadores del llamado  «socialismo científico», que era en realidad un romántico empedernido,  escribió que los proletarios podían cambiar el mundo porque no tenían  nada que perder «salvo sus cadenas». Hoy, los herederos de aquellos  proletarios se muestran remisos a la hora de perder privilegios como el  trabajo fijo y la jubilación, rechazan pagar impuestos y hacen huelgas  para evitar que se les aplique el impuesto sobre la renta.
En este sentido, el propio Marcos da una pista en su epílogo del manual,  al desnudar cómo la alianza entre salud y sexo es uno de los núcleos  duros del control social. «El capitalismo convierte la salud en una  mercancía y los administradores de esa salud, médicos, enfermeros,  enfermeras, y todo el aparato de hospitalización o de distribución de la  salud se convierte también en una especie de capataz de ese negocio y  convierten, en efecto, al paciente en un cliente al que hay que sacarle  lo mayor posible de dinero sin que esto implique necesariamente que va a  tener más salud». No parece casualidad que, en ese camino por romper  dependencias, los zapatistas se hayan topado en el terreno de la salud  con prostitutas y travestis organizados, grupos que se han visto  forzados a tomar en sus manos el control de la salud. Así mirados, unas y  otros pertenecen a la categoría de los «desechables», que apenas tienen  cadenas, materiales y simbólicas, que perder.
Cuestión de encanto
La venta de condones es la principal fuente de financiación de los  diversos proyectos de la Red Mexicana de Trabajo Sexual. La elección del  tipo de preservativo así como el diseño y la elección del nombre,  corrieron por cuenta de prostitutas y travestis, como forma de  apropiarse del instrumento de trabajo y protección.
«Cuando empezamos con el programa de prevención del sida—recuerda  Elvira—nos dimos cuenta que el precio era el principal problema. Para  las mujeres mayores gastar 25 pesos en un condón era invertir casi todo  lo que cobraban del cliente». Primero buscaron donaciones del Estado,  que a través del organismo dedicado a la lucha contra el SIDA (CENSIDA)  les donaba 60,000 preservativos todos los meses. «Pero cuando empezamos a  denunciar casos de corrupción nos bajaron a 3,600 condones».
Comenzaron a visitar diversos distribuidores y fabricantes y se  encontraron que, al revés de lo que indican las supuestas leyes del  mercado, al comprar en cantidad los precios aumentaban. Contactaron con  un fabricante que aceptó venderles al mismo precio que a las farmacias y  demás distribuidores. «Casi nos caemos de espaldas. Nos vendía el  condón a 75 centavos pero en las farmacias lo venden a 12 pesos, o sea  15 veces el precio de costo», dice Elvira.
La Red comenzó a distribuir los condones a un peso, y con esa ganancia  consiguen subvencionar casi todos los emprendimientos, pero en  particular las clínicas que consumen el grueso de sus recursos. «Antes  de ponerlo en venta hablamos con las compañeras, hicimos talleres para  ver cómo lo querían, porque había condones que olían muy mal, o  irritaban porque contenían sustancias dañinas. Ellas mismas le pusieron  el nombre El Encanto, en un proceso de debate de tres meses donde  cientos de trabajadores y trabajadoras sexuales elegieron entre 20  nombres». El nombre debía ser atractivo para el cliente y para ellas  mismas. Actualmente venden tres millones al año.
Pero las travestis (las vestidas como las denominan aquí), decidieron no  usarlo porque no se ajustaba a sus necesidades. «Decían que es muy fino  y tenían razón, porque estaba diseñado para uso vaginal y se les  rompía». Consiguieron un condón más fuerte y con más lubricante e  iniciaron el mismo debate que con las prostitutas. Finalmente decidieron  poner en el sobre el arcoiris que representa la diversidad sexual y un  triángulo rosado. «Eligieron el nombre Triángulo porque es el símbolo  con que los nazis estigmatizaba a los homosexuales y de ese modo lo  adoptaron como homenaje», dice Elvira.
Con el condón femenino fracasaron. Hace varios años comenzaron a  importarlo desde Inglaterra hasta que una empresa trasnacional descubrió  que el mercado mexicano estaba creciendo y les quitaron la  distribución. En efecto, se trata de un mercado muy monopolizado.  «Mientras en el mundo existen 67 fábricas de condones, hay una sola de  condones femeninos. Tendremos que esperar a que aparezca la  competencia», ironiza Elvira.
El Encanto tiene en el Subcomandante Marcos a su anunciante más célebre.  En México existe una larga experiencia de «ferias del condón» y  «condonerías». El noviembre de 2005 se celebró en la céntrica plaza del  Zócalo, la 50ª. Feria Nacional del Condón y en varios estados se  realizan ferias locales de carácter anual que recogen fondos para las  organizaciones vinculadas al trabajo sexual. Hace poco tiempo estrenaron  la primera «condonería virtual» que puede visitarse en  www.elencantodelcondon.com
– Raúl Zibechi es analista internacional del semanario Brecha de  Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la  Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos  sociales. Es colaborador mensual con el Programa de las Américas-
Fuente: Programa de las Américas
www.ircamericas.org
http://alainet.org/active/20961%E2%8C%A9=es